Crónica del presidente del Jurado
Hacer la crónica de un Festival de Cine se parece mucho a dar una visión del mundo. El arte, y por supuesto el cine, tiene muchas veces esa capacidad de explicar la totalidad desde sus partes. Emocionarse, por ejemplo, con la historia de un padre que busca a su hija, es algo que atraviesa culturas, religiones, especies e incluso el tiempo.
El Festival de Cine Internacional de San Sebastián-Donosti se desarrolla en una ciudad hermosa como pocas en España; el mar rodea las sesiones y deliberaciones de cine, que en ocasiones son hasta cuatro películas al día. Ha sido una experiencia única en un año “post Covid” muy complicado, llenos de ganas por volver a la normalidad. El año pasado el Festival estuvo cerrado al público; solo acreditados de prensa y jurados podían acceder a las salas. Este año, se ha abierto al público, sello de identidad de este festival, y se ha logrado recuperar ese sentir de antaño; aunque con un número muy restringido de butacas.
En lo que a mí respecta, ser el Presidente del Jurado Signis, y ha sido una experiencia única llena de encuentros, debates y búsqueda de aquella película que nos convenciera a todos. Aunque, si me lo permiten, la labor de un Jurado no es esencialmente la búsqueda de dicha película, sino que la primera responsabilidad es la unidad, el respeto y “el encuentro” entre los distintos miembros del Jurado; o al menos, así lo veo yo. ¿De qué sirve que un Jurado católico premie una película estupenda si luego entre ellos no se soportan ni saben encontrar puntos de encuentro?
Finalmente, la elegida fue la película española Maixabel, de Icíar Bollaín. Por ofrecer un mensaje universal de esperanza y reconciliación, a través de una historia real que puede conmover a cualquier persona, de cualquier lugar, y que nos recuerda que el odio y la venganza no tienen la última palabra.
Maixabel, capitaneada por la directora española Icíar Bollaín (La boda de Rosa y También la lluvia), cuenta la historia de una mujer cuyo marido murió asesinado por la banda terrorista ETA. Años después del asesinato recibe una inesperada petición: uno de los terroristas quiere encontrarse con ella. La película está basada en hechos reales y está rodada con prudencia e inteligencia; sobresalen las interpretaciones de todos los actores, en concreto de Blanca Portillo y Luis Tosar. Aunque los secundarios son igual de valiosos. Brutal el encuentro entre Maixabel y el terrorista: el propio Tosar, interpretando al terrorista dice: “Lo peor no es darte cuenta de que eres un monstruo, lo peor es no saber cómo dejar de serlo”.
Por otro lado, el Jurado Signis premió con una mención especial a la película ¿Quién lo impide?, del joven director español Jonás Trueba. Por ofrecer con humildad y naturalidad una experiencia cinematográfica de transformación y crecimiento; tanto para los actores como para el equipo técnico y, sobre todo, para el espectador. Y por no tenerle miedo a la realidad y dejar que se exprese en su riqueza y singularidad, incluso con las grandes preguntas e inquietudes de las vidas que nos muestra.
El Jurado Signis estuvo compuesto por Doña Agnes Ravoyard, D. Edorta Kortadi, y por, su presidente, D. Carlos Aguilera Albesa, un servidor.
En cuanto al resto de películas de la sección oficial hagamos un breve repaso. Muy interesante la película francesa Arthur Rambo, del director Laurent Cantet (La clase, 2008); impresiona cómo el director domina la narración visual con un guion ágil y poderoso. Aunque la película realmente plantea más que propone; aun así, es muy interesante el arco de evolución del protagonista, así como la situación actual de la inmigración en Francia o cómo la tecnología nos roba la identidad. Es cierto que tiene un punto final algo pesimista, pero tiene mucho de interés y valor dentro. Les debo confesar que Arthur Rambo fue una clara finalista también para el premio Signis.
Disfrutar las distintas películas de un Festival coincide, también, con asistir a un informativo de noticias; terminas más consciente del planeta en el que vives; y de tu responsabilidad en él. Desde que el ser humano aprendió a dibujar en las paredes de las cuevas, y quizás antes, los cuentos, las narraciones, estuvieron presentes. La vida, entonces y ahora, tiene siempre grandes asuntos que asimilar, que aprender. Y el cine, o las series de T.V. son ese cuento adulto, que grandes departamentos creativos y técnicos nos ofrecen justo para hacer (y entender), el camino de la vida.
Otra película que también fue muy comentada fue la producción peruana titulada Distancia de Rescate, una extraña e interesante película que transita la relación entre una madre y su hija, abordando el tema de la superstición y la magia negra (transmigración de almas). Su directora, la también peruana, Claudia Llosa (La teta asustada, 2009), consigue junto a la guionista (la autora del libro en el que se basa la película), una narración original y poderosa; en donde una intuición o miedo cotidiano se convierte en una terrorífica posibilidad. Y aunque pueda tener algún interés narrativo termina siendo una propuesta con una imaginaria algo más místico-superticiosa.
Desde China nos llega también la última película de Zhang Yimou, Un segundo, una interesante historia familiar, de adopción y acogida en donde se hace un homenaje al cine. Interesante el homenaje a nivel visual y narrativo, evocando algo a Cinema Paradiso; y algo más convencional resulta la historia familiar, aunque también valiosa.
Desde Gran Bretaña nos llega Benediction, una estupenda producción técnica con grandes actores que también gustó mucho entre los críticos del Festival. En ella se nos cuenta la historia de un joven homosexual que, ante los problemas del afecto y las relaciones inconsistentes con hombres, trata de buscar redención en la fe católica y en el matrimonio; ambos intentos sin éxito. El personaje termina infeliz y malhumorado siempre, añorando una vida que no sabe nombrar ante un deseo del corazón que no sabe identificar. Insisto una calidad técnica y artística sobresaliente.
Por último, hagamos un par de pinceladas de las películas ganadores de la Concha de Oro y el premio especial del Jurado. Me refiero a la película rumana Blue Moon, y a la enigmática Earwig del Reino Unido. En cuanto a Blue Moon, nos cuenta cómo una joven intenta luchar para conseguir una educación superior en medio de una familia tan disfuncional que es tóxica; interesante plano final que muestra cómo la distorsión de la identidad es inevitable en un entorno familiar sin consistencia. Por otro lado, Earwig se presenta como una propuesta arriesgada no apta para todos los gustos ni estómagos. La historia no se sigue con facilidad y la secuencia final es cine gore sin exagerar. Sin embargo, sería justo decir que la película logra una atmósfera entre terror y ciencia ficción que encaja a la perfección con esos planos y saltos temporales.
Aunque fuera de concurso, también tuve la oportunidad de ver la película de Manuel Martin Cuenca, La hija; una película dramática que reflexiona sobre la maternidad y la paternidad con acierto, contundencia y una tensión narrativa impactante. La sierra de Jaén aparece hermosa y terrorífica al mismo tiempo, convirtiéndose en un personaje más. Pero, aunque la película es interesante, quizás para el público general pueda resultar algo pausada de más. Una banda sonora hermosa y eficaz.
Participar como Jurado Signis es siempre una ocasión única para ir hasta el fondo de cada película, de las motivaciones últimas y primeras, del mensaje que porta y de cómo una película puede cambiar el mundo. Recuerden, nuestro premio fue para: Maixabel, de Icíar Bollaín. No se la pierdan.
Carlos Aguilera